lunes, 24 de mayo de 2010

El cuento del laurel

Cerca de un arroyo de agua fresca, había un pequeño bosque. Los árboles eran muy variados. Ellos invertían sus energías en ser más altos y grandes, con flores y perfumes, pero quedaban débiles y tenían poca fuerza para echar raíces.


El laurel dijo:

"Yo mejor, voy a invertir mi savia en tener buena raíz, así creceré y podré dar mis hojas a todos los que las necesiten".

Los otros árboles estaban muy orgullosos de ser bellos.¡En ningún lugar había tantos colores y perfumes! Y no dejaban de admirarse los unos a los otros, riéndose de los demás.

El laurel sufría a cada instante esas burlas. Se reían de él, avasallándolo con sus flores y perfumes, agitando el frondoso follaje.

¡Laurel!...le decían- ¿para qué quieres tanta raíz? ¡Míranos! Todos nos alaban porque tenemos poca raíz y mucha belleza.¿Deja de pensar en los demás! ¡Preocúpate sólo de ti!

Pero el laurel estaba convencido de lo contrario, deseaba amar a los demás y por eso tenía raíces fuertes.

Un día, arreció una gran tormenta sobre el bosque. Los árboles más grandes, los más frondosos se vieron fuertemente golpeados, y no pudieron evitar que el viento los tumbara.

En cambio, el pequeño laurel, como tenía pocas ramas y mucha raíz, apenas, perdió algunas hojas.

Desde ese momento, todos comprendieron que lo que nos mantiene firmes en los momentos difíciles, no son las apariencias, sino lo que está oculto en las raíces, dentro de tú corazón. Allí en tú alma.

El cuento de la gota de agua

Érase una vez una gota de agua que cayó del cielo, mojó la copa de un árbol del bosque, viajó tronco abajo y, por la cofia de su raíz principal, llegó hasta el subsuelo; luego, siguió filtrándose por entre tierra, arena y piedras, hasta llegar a un acuífero.

Un día, con otras mil más, entró en un pozo, tropezó con un cubo y, en él, subió hasta su boca. El cubo fue trasladado a una casa y, ahí, la gota de agua, con otras mil más, fue echada de una vez a la taza de un vulgar «sanitario».

La gota, sucia entonces, viajó por kilómetros de alcantarillas hasta llegar al mar; ahí se calentó, se evaporó, ascendió a una nube y, un día, cayó al suelo del desierto. Se repitió el proceso muchas veces, pero nunca volvió a mojar la copa de un árbol del bosque, porque el bosque había desaparecido.

Feliciano Pla Xiberta

La leyenda de los árboles

Había en lo alto de la montaña tres árboles jóvenes, que soñaban con frecuencia, que serían cuando fuesen mayores.

-El primero de ellos mirando a las estrellas, dijo: Yo quiero ser el cofre más valioso del mundo, lleno de tesoros.

-El segundo mirando al río suspiró: Yo quiero ser un barco, para cruzar el océano y llevar a reyes y a reinas.

-El tercero mirando hacia el valle añadió: Yo solo quiero ser árbol. Quiero quedarme en lo alto de la montaña y crecer tanto que cuando miren hacia aquí, las personas levanten sus ojos y piensen en Dios.

Pasaron muchos años y un buen día vinieron los humanos y cortaron los árboles, que estaban tan ansiosos por hacer realidad sus sueños. Pero los leñadores, no acostumbran a escuchar ni a perder el tiempo con sueños. El primer árbol, fue vendido y acabó transformado en un carro de animales, para transportar estiércol.

Del segundo árbol, se hizo un sencillo barco de pesca, que cargaba personas y peces todos los días. El tercer árbol, fue troceado en tablones y apilado en un almacén municipal de suministros.

Decepcionados y tristes al verse así unos y otros se preguntaban:
Porqué esto ¿Para que estamos aquí? Se acabaron los sueños.

Pero una noche, llena de luz y de estrellas, una joven mujer colocó a su bebé recién nacido, sobre el carro de animales. Y de repente el primer árbol, se dio cuenta de que llevaba sobre sí, el mayor tesoro del mundo.

El segundo árbol, acabó un día transportando a un hombre que terminó durmiendo en su seno; cuando se levanto la tempestad y quiso hundir la barca, aquel hombre se irguió y dijo: Paz. En aquel instante, el segundo árbol comprendió, que estaba llevando al rey de cielo y tierra.

Años mas tarde, a la hora de sexta, el tercer árbol se estremeció cuando los tablones fueron unidos en forma de cruz y un hombre fue clavado en ellos. Por unos instantes se vio indigno y cruel. Pero cuando amaneció el domingo, el mundo se llenó de inmensa alegría. Y el tercer árbol comprendió, que en él habían colgado a un hombre salvación para el mundo y que al mirar el árbol de la cruz, las personas se sentirían infinitamente amadas por Dios y por su Hijo.

Aquellos árboles, habían abrigado sueños y deseos; pero la realidad había sido mil veces, más hermosa de lo que jamás, habían podido imaginar.

Autor: (M. Mckenna)

miércoles, 12 de mayo de 2010

Adivinanzas

¿Qué es una cosa de 4 letras con pelos por fuera
y húmeda por dentro;
empieza con "c"
y acaba en "o"?
El coco

Quién es
el que bebe por los pies?
El árbol

En blanco pañal nací
en verde me transformé,
fue tanto mi sufrimiento
que amarillo me quedé.
El limón

Oro no es,
plata no es,
abrí la cortina,
sabrás lo que es.
El plátano.

Arca, monarca,
llena de placer;
ningún carpintero
te ha sabido hacer.
La almendra

Una vieja corcoveta
tuvo un hijo enredador,
unas hijas buenas mozas
y un nieto predicador.
La viña

Símil y serva cantaba la perra,
 un arbolito de esta manera,
con muchas frutitas
amarillas por dentro,
 amarillas por fuera.
El ciruelo

Una vieja jorobada tuvo un hijo enredador,
 unas hijas muy hermosas
y un nieto predicador.
La parra, el sarmiento y la uva


Altos padres,
 chicas madres,
hijos prietos y blancos nietos.
 Pinos, piñas y piñones.


Arca chiquita,
 de buen parecer,
ningún carpintero la ha podido hacer,
sino Dios con su poder.
 La nuez


Un huevecito prieto,
con su huevero,
y que tiene muy alto el ponedero.

La bellota

Es tanto mi poderío,
 que si mil hijos tuviera,
a cada cual su corona
le pondría en la cabeza.
 El granado

Fui al campo,
y corté un palo que no tenía ni un geme de largo;
hice dos mesas,
 dos artesas y un canastito para coger cerezas.
 La bellota

La virgen del árbol

"Vivió en Chikindzonot una familia rica que era muy buena con los demás en el pueblo. La gente los quería y respetaba. El señor y la señora iban todos los días a misa y ayudaban a los pobres. Un día apareció en el pueblo una señora muy pobre pero muy bonita, con un niño. Era de tarde y nadie sabía de dónde habían venido, porque esa vez no llegó ningún carruaje al pueblo. La señora con su hijo, de uno o dos años, fue a la iglesia y ahí estuvo hasta que iban a cerrar.


El padre no estaba ese día en el pueblo, por lo que el sacristán no sabía qué hacer. Esa familia muy buena supo lo que ocurría y el señor y la señora fueron a la iglesia. Cuando llegaron quedaron asustados por lo bonita que era la señora que había llegado al pueblo. Las ropas de su hijo eran muy pobres y casi no tenían color, los pañales del niño eran amarillos y blancos y el vestido de la señora, azul con morado.

Los señores del pueblo invitaron a la señora a ir a su casa, para que ella y su hijo comieran y durmieran allá, y para que no tuviesen frío en la noche, porque era diciembre. Ellos le preguntaron su nombre y dónde iba, pero sólo contestó que iba a Valladolid, porque allá vivía. Ellos le dieron ropa y telas nuevas para pañales del niño, y le dijeron que al otro día iban a ir a Valladolid y que la podían llevar. Ella les dio las gracias y todos se acostaron a dormir. Al otro día, muy temprano, cuando despertaron vieron que la señora y su hijo no estaban, los buscaron en todo el pueblo pero nadie los había visto, ni había oído llorar el niño. Las ropas y telas que les habían dado estaban en la casa, dobladas muy bien. Extrañados, los señores se prepararon para su viaje a Valladolid y se fueron. Como eran ricos, tenían su carruaje.

No habían avanzado mucho cuando el señor le dijo a su mujer: 'Mira en ese árbol'. Se bajaron de su carruaje, y en un chakaj blanco, donde estaba cortada una rama del tronco, no muy alto del suelo, estaba una imagen de la Virgen con el Niño abrazado. Los señores reconocieron a la señora que había llegado al pueblo, y vieron que las ropas de ella y del niño eran las mismas con las que habían llegado al pueblo, pero ya estaban bonitas, las de la Virgen azul con morado y los pañales del Niño, amarillos y blancos. Los señores regresaron con la imagen al pueblo, y todos les hicieron muchas misas. La llevaron un tiempo a Valladolid, pero luego la devolvieron a Chikindzonot; después, cuando hubo la guerra y todos se fueron del pueblo, y el monte creció en las casas y tiró el techo de la iglesia, la imagen se perdió. Cuando regresaron luego de muchos años ya nadie se acordó de la Virgen del Arbol, que se apareció cerca de Navidad".-

Indalecio CARDEÑA VAZQUEZ

El árbol mágico

En el centro de una placita, en el pueblo, había un precioso árbol. El árbol tenía ramas muy largas para los costados y también para arriba. Parecía un poquito unos brazos locos que invitaban a los niños a subirse a él.

Pero el árbol, que ya era muy viejito, porque tenía 103 años, estaba un poquito triste. Resultaba ser, que de tan abuelito que era, de tan tan pero requete tan gordo que estaba - Había bebido mucha lluvia decían - , le pusieron una cerca a su alrededor...con un cartel. Pero como el no sabía leer... Estaba más y más triste porque era un abuelito sin la alegría de sus chiquitos.

Un día escuchó el árbol - porque saben oír muy bien ellos, eh! - que alguien leía el cartelito:

- Árbol centenario. Monumento histórico nacional. Plantado por.....

Pero al árbol no le interesaba nada esas cosas, el quería oír risas y sentir cómo se trepaban los chicos... oir los secretos que le contaban... pero no le gustaba nada cuando las personas grandes le hacían daño, escribiéndolo o rompiéndolo.

Tanto tiempo había pasado... que el árbol ya se había cansado de esperar.

Cuando esa tarde de primavera, un chiquito, de unos 10 años, pasó la cerca! Qué contento se puso el árbol...! Tanto, que escuchen bien lo que pasó:

El chiquito fue a buscar a otro amigo para no estar tan solito. Treparon a una rama que iba para el costado del sol y se quedaron recostados contándose cosas... pequeños secretos de cosas que les gustaría hacer.

El árbol escuchaba todo y se reía con sus hojas alegres. Entonces pensó que sería una linda idea hacer un poquito de magia.

El chiquito que primero había trepado se llamaba Guillermo, el otro Agustín. Guillermo le contó a Agustín que él quería poder ganar muchas veces a las bolitas para que Jorge no se riera más de él en el colegio, y así Carlota se haría su amiga.

Al día siguiente misteriosamente, Guillermo ganó en todos los recreos a las bolitas y Carlota le dijo que lo había hecho muy bien y le regaló una bolita preciosa. Guillermo estaba muy contento y guardó esa bolita como "la bolita de la buena suerte"

Esa misma tarde, después del cole, fue saltando y cantando de alegría al árbol, a encontrarse con Agustín y le contó todo lo que pasó.

Así, el árbol escuchó todo y estaba muy feliz, ahora se reía muy fuerte con sus ramitas y sus hojas... - La magia funcionó! se dijo el árbol.

Agustín también le contó lo que quería hacer con muchas ganas y fue así como el árbol abuelito se convirtió en el ÁRBOL MÁGICO, el que concedía los sueños.

Escrito por RJ

Un árbol de mango

Mi abuelito es carpintero; con sus manos construye muebles, sillas, mesas y roperos que le encargan los adultos, y con los pedazos de madera que le sobran, en las tardes se pone a fabricar carritos, muñecos, casitas y caballitos para los niños.


Yo vivo cerca de un río, y todas las tardes mi abuelito me lleva ahí para enseñarme a nadar, para jugar a las escondidas o para que me suba a los árboles. A veces él se sube a los árboles conmigo, entonces me enseña los nidos de las aves y a reconocer el canto de los distintos pájaros. También me enseña a bajar con la mano la fruta que nos regala la naturaleza; mi abuelito dice que no debemos tirar la fruta con piedras, por que los árboles sufren cuando los golpean.

Antes tenía mi árbol preferido. Era un árbol de mango que no había crecido mucho, y todas las tardes me subía a jugar con él. En la temporada que tenía fruta, con la mano tomaba cuatro mangos que llevaba a mi casa para compartir con mis papás y mi hermanito.

Uno noche llovió muy fuerte, tan fuerte tan fuerte, que el árbol de mango se cayó. Cuando lo vi me sentí muy triste, y me puse a llorar. Mi abuelito me limpió las lágrimas, y me dijo que no llorara, por que de ese árbol íbamos a aprender muchas cosas, y además, si actuábamos con inteligencia, muy pronto tendríamos muchos árboles de mango.

Ese día nos llevamos una rama, y al día siguiente mi abuelito ya había fabricado con ella un pajarito como los que vivían en el árbol. Con otras ramas me enseñó a construir una casita para muñecas que le regalamos a mis primas, y después con trozos del tronco, hicimos borreguitos, pollos, trompos, palomas, baleros, un carrusel y un asiento de columpio, que mi abuelo colgó con cuerdas de otro árbol para que jugáramos todos sus nietos.

Una tarde que llegué de la escuela, mi abuelito me estaba esperando con una sorpresa. Sin decirme nada, había cultivado varias semillas de mango en unas bolsas negras con tierra, esas semillas crecieron, y ahora teníamos unas hermosas plantitas con largas hojas verdes. Ese día fuimos con toda mi familia al río, para plantar a los hijitos del árbol de mango que la lluvia había tirado.

Ahora el río se ve muy bonito, con muchas plantas de mango, que como yo, van creciendo poco a poco.

Luis Antonio Rincón García

¿Sólo un árbol?

Todas las mañanas se le podía ver caminando entre los árboles, sentado a su lado meditando y hasta abrazándolos, obviamente todos pensaban que estaba loquito ¿quién en su sano juicio se la vivía abrazando árboles? ¡y sobre todo tan temprano! Pero éso no era todo, los fines de semana aquel hombre los pasaba plantando más árboles, podando ramitas secas, abonándolos y regándolos, sobre todo cuando hacía mucho calor.


Nadie sabía su nombre, pero siempre tenía un saludo cordial y una sonrisa para todos, y los niños comenzaron a llamarlo Don árbol; cosa que no le molestaba … y, de hecho sí tenía cierto parecido con un árbol, su encrespada melena semejaba el tupido follaje de un ficcus en primavera, sus brazos eran tan largos y fuertes como las ramas de un roble, sus pies enormes y firmes eran igual a las raíces de un fresno y era tan alto como un eucalipto … bueno, quizá no tanto, pero definitivamente era alto, y como siempre usaba una túnica verde con capucha encima de sus desgastados jeans y camiseta verdaderamente parcecía un árbol más del bosque.

- ¡Qué tipo tan más chiflado!-decía burlonamente Pecorino, uno de los tantos pequeños que observaba a Don árbol mientras se dirigía a la escuela-

- ¡Pecorino!-le reprendía su madre- ¿en dónde es que has aprendido a ser tan grosero? Ése señor hace algo muy bueno por todos nosotros y debemos estar muy agradecidos con él .

- Pero mami ¿de qué hablas? ¿hay que estar agradecidos con ése orate sólo porque se la pasa abrazando árboles? A mí me parece una pérdida de tiempo …

- ¡Basta ya! Quizá aprendas algo pasando un tiempo con él.

- ¡Éso si que no! ¡no me vas a obligar a ayudar a ése tipo!

- Pecorino, no juzgues a las personas sin conocerlas, tú no sabes lo que podrías aprender.

Cuando Pecorino llegó a la escuela lo primero que hizo fué quejarse amargamente con Lily, su mejor amiga.

- ¡Ay Lily!-decía el pequeño- no vas a creer lo que mi mamá me va a obligar a hacer!

- ¿Por fín te vas a bañar todos los días?

- ¡Lily esto es serio! ¡voy a tener que pasar el fin de semana ayudando al desquisiado de Don árbol!

- ¿Y éso que tiene de malo?

- ¿¡Lily tú también!?

- Mira mi querido Pecorino, puede que Don árbol sea algo … peculiar, pero no creo que sea malo … la gente dice que en realidad es un mago.

- ¿Qué mago va a ser? Si acaso será un payaso.

- Para que veas lo buena amiga que soy ¡yo te acompaño!

- ¿De verdad?

- ¡Claro! Si yo no soy una gallina como tú.

El sábado muy temprano la mamá de Pecorino los llevó al bosque y los chicos caminaron un par de minutos hasta que porfín se toparon con él, quien como de costumbre, estaba bien abrazado a un enorme roble.

- ¿Disculpe …?-decía tímido Pecorino-

- ¿Si?-respondió curioso Don árbol-

- Buenos … días … hmmm …hmmmm …

- ¡Buenos días Don árbol!-interrumpió la pequeña- yo me llamo Lily y éste es mi mejor amigo Pecorino y nos ha mandado su mamá a ver en que podíamos ayudarle,

- ¡Ah! ¡qué espléndido dos ayudantes! Bien, muy bien hoy hay mucho que hacer.

Mientras Don árbol y Lily se disponían a sujetar los pequeños arbolitos a largas varas para que no se quebraran Pecorino se sentó comodamente en la suave hierba a jugar con su video juego portátil … pasó una hora y luego otra y él seguía absorto avanzando nivel tras nivel venciendo a sus enemigos con el ultra hipermegacombo de súper energía púrpura recargada; y cuando finalmente se cansó sacó su teléfono móvil y se puso a escuchar música y madar mensajitos a sus amigos … pasó una hora y luego otra … y cuando finalmente se cansó tomó su mochila y sacó su reluciente computadora portátil con conexión megasónica integrada a la red con banda súper ancha para navegar abajito de la velocidad de la luz … pasó una hora y luego otra, el sol ya comenzaba a ponerse y todo iba quedando en penumbras; así que Don árbol y Lily hicieron una fogata, montaron sus tiendas de campaña y comenzaron a preparar la cena, el aromático vapor de una sopa de hongos silvestres sacó a Pecorino de lo que parecía ser un profundo trance hipnótico, sus dedos porfín dejaron de teclear y dando un bostezo digno de un oso grizly después de invernar dijo : ¡yom! ¡por fín la cena! ¡me muero de hambre!

- ¡Pecorino eres un cínico!-reprendió Lily-¡no nos ayudaste en todo el día y encima quieres devorar lo que preparamos con tanto esfuerzo!

- No exageres Lily-decía el pequeño-yo sólo los vi jugando en el lodo

- ¡Claro que no! sembramos docenas de árboles salvamos unos nidos que estaban apunto de caer, Don árbol me enseñó a detectar los árboles que están enfermos y también a contar su edad y …

- Lily-interrumpió Don árbol- creo que a tu amigo no le importa lo que hacemos … ¿verdad Pecorino?

- No se ofenda Don … oiga ¿usted no tiene un nombre normal?

- ¿Normal? … ¿como Pecorino? Prefiero llamarme árbol, pero sí tengo uno, mi nombre es Tito, mago Tito a tu servicio.

- ¡Entonces es cierto que usted es mago!-gritó entusiasmada Lily-

- Si,pero yo no saco conejitos de sombreros ni nada de éso, mi magia consiste en escuchar a la Tierra y ayudarla …

- Yo no entiendo Don mago-decía el niño mientras devoraba un plato de sopa- los árboles no sienten, sólo son cosas que están ahí inmóviles, son inútiles yo no perdería el tiempo con este montón de palos …

Con un dejo de tristeza el mago se incorporó, recogió los trastos, hechó más varitas a la fogata y sirviéndose una taza de humeante café dijo: ya es tarde Pecorino ve a dormir, mañana temprano te llevaré a tu casa … y dulces sueños Lily, mi dulce asistente … eres tan encantadora como un hermoso elfo. Entonces la niña corrió a darle un abrazo al mago y se fué a dormir soñando con las historias que le había dicho sobre los guardianes que vigilaban los bosques y las hadas que habitaban en los capullos de flores .

Unos minutos después de la media noche el mago entró a la tienda de Pecorino, puso sus manos sobre su frente y pecho y susurró lo siguiente : “¡por agua tierra aire y fuego que entre en este pequeño el aliento del bosque, de cabeza a pies y de pies a cabeza que sienta y viva como una corteza!” y habiendo dicho éso se fué a dormir tranquilamente.

Algunas horas después Pecorino comenzó a sentir mucho frío y e intentó incorporarse para buscar su abrigo, pero por más que quizo no pudo, entonces, asustado, abrió los ojos y se dió cuenta de que ya no estaba dentro de la casa de campaña sino afuera, podía ver a Lily dormir como un lirón y al mago roncando cerca de la fogata, y quizo hablar, pero el único sonido que pudo emitir fué un crujir grave, igual al que hacían las ramas del bosque, entonces con mucho cuidado se miró y aterrado notó que su cuerpecito de niño había cambiado, ahora era un enorme tronco de roble con las raíces tan profundas que podía sentir como las rozaban las aguas de un antiguo río oculto y sintió un cosquilleo que lo hacía estremecerse un poquito, era una familia de pajaritos, cuyos polluelos aleteaban con todas sus fuerzas para aprender a volar, y por primera vez en mucho tiempo Pecorino contempló un amanecer, vió el cielo teñirse de rosa, naranja y amarillo y pudo sentir como los rayos del sol rozaban sus hojas más altas, se sentía bien aquel calor que era como el abrazo de un viejo amigo, era un saludo que le daba la bienvenida a otro día.

Y Pecorino escuchó entonces la voz del viento que les contaba historias de sus viajes a las flores que al escucharlo abrían sus pétalos para sonreírle; el pequeño estaba sorprendido, nada en aquel bosque estaba inanimado, todo tenía vida y voz, todo era hermoso y tranquilo … pero de repente se escuchó un sonido aturdidor eran grandes camiones de carga y hombres con gigantescas herramientas, y uno de ellos se le acercó a Pecorino y con una lata de pintura le marcó un horrible tache encima y dijo que aquella tarde lo derribarían … derribarían todo para convertir aquel lugar en un moderno estacionamiento. Entonces Pecorino quizo gritar, decir que estaba vivo, que le dolía lo que aquellos hombres hacían, que sentía miedo y odiaba que le arrancaran las ramas, quería defenderse .. quizo llorar y gritar, pero nadie lo escuchaba.

- ¡No me corten!-gritaba Pecorino- ¡estoy vivo! ¡soy un árbol pero siento! ¡no me corten! ¡no hago ningún daño! ¡no me corten! ¡yo no quiero! …

- ¡Pecorino despierta!-gritó Lily-tienes una pesadilla.

- ¡No me corten! … ¿era un sueño? ¡estaba soñando!- entonces el niño salió corriendo a abrazar al primer árbol que se encontró, lo abrazó con todas sus fuerzas prometiendo que los iba a cuidar-

- Pecorino-dijo el mago-¿qué se siente ser sólo un árbol?

- ¿Fué usted quién me hizo soñar éso? ¡de verdad es un mago!

- Tenías que entender mi pequeño amigo que los árboles también son seres vivos, que sienten y que nos dan mucho a cambio de muy poco, nos ofrecen sus frutos, limpian nuestro aire, nos comparten de su agua nos dan sombra y siempre están dispuestos a escucharnos, tenías que entender que tenemos que cuidar a aquellos que no se pueden defender y hablar por aquellos que no tienen voz.

- Siento mucho haber sido tan grosero con usted Don mago, digo Don árbol, digo mago Tito.

- Don árbol está bien Pecorino.

- Le prometo que vendré a yudarle cada vez que pueda.

- ¡Y yo!-decía Lily-

- ¡pues esto hay que celebrarlo!

Desde ése día se puede ver a mucha más gente en los parques y bosques abrazando los árboles … porque ¿a quién no le gusta recibir el abrazo de un buen amigo?

Fin

Escritores mexicanos

El árbol de las risas

Esta historia comienza así: hace muchos años existía un famoso pueblito, alejado de la ciudad, llamado Glabilú . En el medio de la única placita que tenía, había un árbol, con hojas grandes, chicas, medianas, verdes, rojas, amarillas, celestes y muchos colores más. No sólo era hermoso, sino que regalaba sonrisas a toda la gente.

Cada vez que alguien se sentía un poquito triste, se iba hasta la plaza, se acercaba al árbol y automáticamente se empezaba a reír. Para los chicos, Risitas, que así lo llamaban a su árbol, era un amigo más. Esperaban ansiosos que llegara la tarde para poder ir a jugar junto a él. Se trepaban en sus ramas, le cantaban canciones, se divertían mucho.

Una noche, el Señor Gogó, que era del pueblito vecino, fue hasta la placita. Miró para todos lado, se fijo que no hubiese nadie, y se acerco al árbol en puntitas de pie. Era un hombre muy malo y serio, y no le gustaba que sus vecinos siempre estuvieran alegres. Entonces, empezó a arrancarle las coloridas hojas a Risitas y a patearle su tronco ¡con mucha bronca!. El pobre árbol empezó a reír cada vez menos... hasta dejarlo de hacer por completo. Y cuando lo hizo, el Señor Gogó se fue satisfecho a su pueblo.

A la mañana siguiente el árbol amaneció enfermo, casi muerto. La gente se puso muy triste cuando lo vio, y la risa desapareció de sus caras. Entre ellos se miraban y se preguntaban: ¿qué le habrá pasado? ¿quién lo lastimó?. Se pusieron a juntar sus hojitas, a cuidarlo, a regarlo, pero Risitas seguía igual. Hasta que un día, decidieron que la forma para curarlo era darle lo mismo que el siempre les dio a ellos: RISAS. Se juntaron todos, hicieron una ronda alrededor del árbol, se agarraron de las manos y empezaron a reír. Y rieron cada vez más fuerte, tan fuerte que hasta la tierra comenzó a vibrar. Risitas empezó a tomar vida, le volvieron a salir sus coloridas hojas y con ellas, su alegría. Empezó riéndose bajito, casi no se lo oía, pero terminó riéndose tan alto que hasta contagió al Sol. Comenzaron a crecer muchas y muchas flores a su alrededor y se formó un arco iris, el más bello que habían visto en toda su vida.

La risa empezó a contagiar a los pueblos vecinos y llegó hasta la casa del Señor Gogó, y sin darse cuenta, de sus labios, comenzaron a salir risas.

Y colorín, colorete, a este cuento se lo llevó un cohete.

Mariana Ramos

martes, 11 de mayo de 2010

El árbol que hablaba

Había un lobo en la selva. Un día, cuando estaba afuera paseando, encontró a un árbol que tenía unas hojas que parecían caras de personas. Escuchó atentamente y pudo oír al árbol hablar.
El lobo se asustó y dijo:
-Hasta el día de hoy nunca me había encontrado con algo tan raro como un árbol hablante.
Tan pronto como hubo dicho estas palabras, alguna cosa que no pudo ver lo golpeó y lo dejó inconsciente. No sabía durante cuánto tiempo había estado allí tendido en el suelo, pero cuando despertó estaba demasiado asustado para hablar. Se levantó inmediatamente y empezó a correr.
El lobo estuvo pensando acerca de lo que le había ocurrido y se dio cuenta de que podía usar el árbol para su provecho. Se fue paseando de nuevo y se encontró a un antílope. Le contó lo del árbol que hablaba, pero el antílope no le creyó.

-Ven y lo verás tu mismo -dijo el lobo- pero cuando llegues delante del árbol asegúrate de decir estas palabras: "Hasta el día de hoy nunca me había encontrado con algo tan raro como un árbol hablante". Si no las dices, morirás.
El lobo y el antílope se acercaron hasta el árbol que hablaba. El antílope dijo:

-Has dicho la verdad, lobo, hasta el día de hoy nunca me había encontrado con algo tan raro como un árbol hablante.
Tan pronto como dijo esto alguna cosa lo golpeó y lo dejó inconsciente. El lobo cargó con él a su espalda y se lo llevó a casa para comérselo. "Este árbol que habla solucionará todos mis problemas", pensó el lobo. "Si soy inteligente nunca más volveré a pasar hambre."
Al día siguiente el lobo estaba paseando como de costumbre. Al cabo de un rato se encontró con una tortuga. Le contó la misma historia que le había contado al antílope, y la llevó hasta el lugar. La tortuga se sorprendió cuando vio al árbol hablante.

-No creía que esto fuera posible -dijo- hasta el día de hoy nunca me había encontrado con algo tan raro como un árbol hablante.
Inmediatamente fue golpeada por algo que no pudo ver y cayó inconsciente. El lobo la arrastró hasta su casa y la puso en una olla. Pensó en hacer una estupenda sopa.

El lobo estaba orgulloso de sí mismo. Después del antílope y la tortuga cazó un ave, un jabalí, y un ciervo. Nunca antes había comido mejor. Siempre usaba la misma estrategia. Contaba a sus presas que debían decir que nunca antes habían visto a un árbol hablar y que si no lo decían morirían. Todos ellos hicieron lo que el lobo les dijo y todos ellos quedaron inconscientes. Luego el lobo cargaba con ellos hasta su casa. Era un plan perfecto, él lo creía simple e infalible, y agradecía a las estrellas el hecho de haber encontrado a ese árbol. Esperaba comer como un rey durante el resto de su vida.
Un día, que se sentía con algo de hambre, el lobo fue a pasear de nuevo. Esta vez se encontró con una liebre. El lobo le dijo:

-Hermana liebre, he visto algo que tú no has visto desde el tiempo de tus antepasados.

-Hermano mayor, ¿qué puede ser? -preguntó la liebre.
-He visto un árbol que habla en la selva -dijo el lobo.
Contó la misma historia de siempre a la liebre y se ofreció para llevarla a ver ese árbol hablante. Fueron juntos hasta el lugar. Cuando se acercaban al árbol el lobo le dijo:
-No olvides lo que te he contado.

-¿Qué me contaste? -preguntó la liebre.
-Lo que debes decir cuando llegues junto al árbol, o si no , morirás -dijo el lobo.
-¡Oh!, sí -dijo la liebre-.
Y empezó a hablar con el árbol.
-¡Oh!, árbol, ¡oh!, árbol -dijo-. Eres un árbol precioso.
.No, esto no -dijo el lobo.
-Perdona -dijo la liebre. Entonces habló de nuevo-. Árbol, ¡oh!, árbol, nunca pensé que pudieras ser tan maravilloso.
-¡No, no! -dijo el lobo- no un árbol precioso, un árbol hablante. Te dije que tenías que decir que nunca habías visto antes a un árbol hablante.
Tan pronto como hubo dicho estas palabras, el lobo cayó inconsciente. La liebre se fue andando y mirando hacia el árbol y el lobo. Luego sonrió:
-Entonces, este era el plan del señor Lobo -dijo-. Se pensaba que este lugar era un comedero y yo su comida.
La liebre se marchó y contó a todos los animales de la selva el secreto del árbol que hablaba. El plan del lobo fue descubierto, y el árbol, sin herir a nadie, continuó hablando solo.

Anónimo

El árbol del ruiseñor

En un bosque lejano, había un ruiseñor que tenía su nido en la copa de un enorme roble. Todos los días despertaba al bosque entero con su canto maravilloso.

Entre las ramas del roble, las hojas crecían sin parar y también lo hacía la vida. Así lo hacían también los pichones del ruiseñor, cuyo nido estaba construido con ramas y hojas secas, para que fuera mullido y calentito para los pequeños polluelos.
Cuando se produjo el nacimiento, algunas ardillas se acercaron curiosas, para ver cómo los pichones rompían el cascarón hasta dejar un hueco, por el que poder asomar su cabeza. Debían empujar con mucha fuerza para liberarse de aquella cáscara y salir.

Apenas abandonado el cascarón, se veían muy delgaditos, pues sus plumitas estaban todas húmedas. Al cabo de unas pocas horas, se habían secado completamente y los pichones estaban listos para sorprenderse de lo que les rodeaba.
El árbol se sentía orgulloso de sus huéspedes. Él también era envidiado por los otros árboles, por tener al ruiseñor habitando entre sus ramas y por la belleza de su tronco y sus hojas. Era todo un espectáculo verlo en primavera.
Cuando el otoño se instalaba, se llevaba consigo las hojas de los árboles que volaban alborotadas por el suelo y el viento las mimaba y mecía suavemente en el aire. Al pasar el tiempo, estas hojas secas serían abono para nuevas plantas.
El ruiseñor gustaba de jugar entre las ramas del árbol, saltando de sombra en sombra, donde se hacía invisible. Revoloteaba haciendo piruetas y buscando la luz, cuando un rayito de sol le iluminaba las plumas, entonces cantaba de alegría.

Pero un día, un hongo se fue a vivir con el árbol y el roble comenzó a sentirse enfermo. Tenía siempre comezón y su piel tomó un color agrisado muy desagradable y se puso toda arrugada. De vez en cuando, sentía un cosquilleo por el tronco. Había perdido su aspecto lozano y ya ni tenía ganas de que los ciempiés jugaran entre sus raíces.
El hongo había observado largo tiempo la amistad del árbol y el ruiseñor, y se sentía celoso. Por eso creyó que si enfermaba al árbol, el ruiseñor le haría más caso a él. Estaba tan envidioso que no le importó que estaba haciendo sufrir al roble.
Los animales del bosque, lograron convencer al hongo para que abandonara al árbol para que se pudiera curar. De otra forma, no consentirían en ser sus amigos. No les agradaba que empleara la fuerza para ganar amigos.
Desde entonces, siempre se juntaban para disfrutar del amanecer y del canto del ruiseñor.

El hongo aprendió una importante lección, debía emplear su fuerza y su poder, para crear y no para destruir.

 (versión libre del cuento de Marisa Moreno)

martes, 4 de mayo de 2010

Frases hechas

Hecharle guindas al pavo

No caerá esa breva

Dormirse en los laureles

No le pidas peras al olmo

Pedirle a los hombres que sean fieles,

es como pedirle a las parras que den claveles....

Subirse a la parra.

agarrarse una castaña

Animal de bellota!


Como perita en dulce


De higos a brevas


Dejar plantado 
 
De todo hay en la viña del Señor


Echar leña al fuego


Estar a por uvas


Hacer el pino


 

Refranes

Espada, membrillo y mujer, si han de ser buenos, de Toledo han de ser


- Si de nogal no dio nueces, de santo ¿qué te parece?


- Si de nogal no dio nueces, de santo ¿qué te parece?


-Quien quiera los higos ver nacer, madrugue la mañana de San Bernabé (11 de junio).


*.El calabozo hace el árbol hermoso.


Exprimido el limón, tripas y cáscaras al rincón.


Dañada una pera, dañadas las compañeras.


Las cerezas, por una voy y dos vengáis y si venís tres, no os caigáis.


Por la Magdalena, la avellana es plena (22 de julio).

De brevas a higos, dos meses no cumplidos; de higos a brevas, larga la llevas.


De caldo de uvas, cada año una cuba.


Tras uvas y miel, el vino sabe mal y hace bien

El que nísperos come y besa a una vieja, ni come ni besa.


Fruta mala, pero ajena, ¡Oh que buena!

Frases hechas

Agarrar el rábano por las hojas


Ser más fuerte que un roble

Pedirle peras al olmo

Hacer el pino
 
A ver cuando te caes del guindo
 
Estar a partir un piñon.


Fuerte como un roble.


Andarse por las ramas.


Tener boquita de piñon


eres mas acida que un limón


esto son higos de otra cesta


¡Naranjas de la China!


Negro como la endrina

Refranes

Quien a buen árbol se arrima, va un perro y se le mea encima.

No cortes el arbol que te da sombra.

No hagas leña del arbol debil, haz palillos.

Nunca mejor esta el arbol, que en la tierra donde se cria.

Por el arbol se conoce el fruto.

Quien debajo de arbol se guarece, dos veces se moja.


Reniego del arbol que ha de dar el fruto a palos
 
Siembra un arbol y haz un bosque.


Todo aquel que trepa un arbol tiene derecho a su fruto.


Una manzana no cae lejos de su arbol.

Proverbios

"No habla el ciruelo, pero hasta donde está él se hace un sendero"

Proverbio chino

Es árbol de vida para los que de ella echan mano, y felices son los que la abrazan
La Biblia de las Américas

Es árbol de vida para los que echan mano de ella, Y felices son los que la abrazan.
La Nueva Biblia de los Hispanos

Ella es árbol de vida á los que de ella asen: Y bienaventurados son los que la mantienen.
Reina Valera (1909)
 
Ella es árbol de vida a los que de ella echan mano; y bienaventurados son los que la mantienen.
Sagradas Escrituras (1569)

Árbol convertido en barco no volverá a ser árbol..
Proverbio chino. ...






tres árboles sueñan

Érase una vez, en la cumbre de una montaña, tres pequeños árboles amigos que soñaban en grande sobre lo que el futuro deparaba para ellos.


El primer arbolito miró hacia las estrellas y dijo: "Yo quiero guardar tesoros. Quiero estar repleto de oro y ser llenado de piedras preciosas. Yo seré el baúl de tesoros mas hermoso del mundo".

El segundo arbolito observó un pequeño arroyo en sus camino hacia el mar y dijo: "Yo quiero viajar a través de mares inmensos y llevar a reyes poderosos sobre mi. Yo seré el barco mas importante del mundo".

El tercer arbolito miró hacia el valle y vio a hombres agobiados de tantos infortunios, fruto de sus pecados y dijo: "Yo no quiero jamas dejar la cima de la montaña. Quiero crecer tan alto que cuando la gente del pueblo se detenga a mirarme, levantarán su mirada al cielo y pensaran en Dios. Yo seré el árbol mas alto del mundo".

Los años pasaron. Llovió, brilló el sol y los pequeños árboles se convirtieron en majestuosos cedros. Un día, tres leñadores subieron a la cumbre de la montaña. El primer leñador miró al primer árbol y dijo: "¡Qué árbol tan hermoso!", y con la arremetida de su brillante hacha el primer árbol cayó. "Ahora me deberán convertir en un baúl hermoso, voy a contener tesoros maravillosos", dijo el primer árbol.

Otro leñador miró al segundo árbol y dijo: "¡Este árbol es muy fuerte, es perfecto para mi!". Y con la arremetida de su brillante hacha, el segundo árbol cayó. "Ahora deberé navegar mares inmensos", pensó el segundo árbol, "Deberé ser el barco mas importante para los reyes mas poderosos de la tierra".

El tercer árbol sintió su corazón hundirse de pena cuando el último leñador se fijó en el. El árbol se paró derecho y alto, apuntando al cielo. Pero el leñador ni siquiera miró hacia arriba, y dijo: "¡Cualquier árbol me servirá para lo que busco!". Y con la arremetida de su brillante hacha, el tercer árbol cayó.

El primer árbol se emocionó cuando el leñador lo llevó al taller, pero pronto vino la tristeza. El carpintero lo convirtió en una mero pesebre para alimentar las bestias. Aquel árbol hermoso no fue cubierto con oro, ni contuvo piedras preciosas. Fue solo usado para poner el pasto.

El segundo árbol sonrió cuando el leñador lo llevó cerca de un embarcadero. Pero no estaba junto al mar sino a un lago. No habían por allí reyes sino pobres pescadores. En lugar de convertirse en el gran barco de sus sueños, hicieron de el una simple barcaza de pesca, demasiado chica y débil para navegar en el océano. Allí quedó en el lago con los pobres pescadores que nada de importancia tienen para la historia..

Pasó el tiempo. Una noche, brilló sobre el primer árbol la luz de una estrella dorada. Una joven puso a su hijo recién nacido en aquel humilde pesebre. "Yo quisiera haberle construido una hermosa cuna", le dijo su esposo... La madre le apretó la mano y sonrió mientras la luz de la estrella alumbraba al niño que apaciblemente dormía sobre la paja y la tosca madera del pesebre. "El pesebre es hermoso" dijo ella y, de repente, el primer árbol comprendió que contenía el tesoro mas grande del universo.

Pasaron los años y una tarde, un gentil maestro de un pueblo vecino subió con unos pocos seguidores a bordo de la vieja barca de pesca. El maestro, agotado, se quedó dormido mientras el segundo árbol navegaba tranquilamente sobre el lago. De repente, una impresionante y aterradora tormenta se abatió sobre ellos. El segundo árbol se llenó de temor pues las olas eran demasiado fuertes para la pobre barca en que se había convertido. A pesar de sus mejores esfuerzos, le faltaban las fuerzas para llevar a sus tripulantes seguros a la orilla. ¡Naufragaba!. ¡que gran pena, pues no servía ni para un lago!. Se sentía un verdadero fracaso. Así pensaba cuando el maestro, sereno, se levanta y, alzando su mano dio una orden: "calma". Al instante, la tormenta le obedece y da lugar a un remanso de paz. De repente el segundo árbol, convertido en la barca de Pedro, supo que llevaba a bordo al rey del cielo, tierra y mares.

El tercer árbol fue convertido en sendos leños y por muchos años fueron olvidados como escombros en un oscuro almacén militar. ¡Qué triste yacía en aquella penuria inutil, qué lejos le parecia su sueño de juventud!

De repente un viernes en la mañana, unos hombres violentos tomaron bruscamente esos maderos. El tercer árbol se horrorizó al ser forzado sobre las espaldas de un inocente que había sido golpeado sin misericordia. Aquel pobre reo lo cargó, doloroso, por las calles ante la mirada de todos. Al fin llegaron a una loma fuera de la ciudad y allí le clavaron manos y pies. Quedo colgado sobre los maderos del tercer árbol y, sin quejarse, solo rezaba a su Padre mientras su sangre se derramaba sobre los maderos. el tercer árbol se sintió avergonzado, pues no solo se sentía un fracasado, se sentía además cómplice de aquél crimen ignominioso. Se sentía tan vil como aquellos blasfemos ante la víctima levantada.

Pero el domingo en la mañana, cuando al brillar el sol, la tierra se estremeció bajo sus maderas, el tercer árbol comprendió que algo muy grande había ocurrido. De repente todo había cambiado. Sus leños bañados en sangre ahora refulgían como el sol. ¡Se llenó de felicidad y supo que era el árbol mas valioso que había existido o existirá jamás pues aquel hombre era el rey de reyes y se valió de el para salvar al mundo!

La cruz era trono de gloria para el rey victorioso. Cada vez que la gente piense en él recordarán que la vida tiene sentido, que son amados, que el amor triunfa sobre el mal. Por todo el mundo y por todos los tiempos millares de árboles lo imitarán, convirtiéndose en cruces que colgarán en el lugar mas digno de iglesias y hogares. Así todos pensarán en el amor de Dios y, de una manera misteriosa, llegó a hacerse su sueño realidad. El tercer árbol se convirtió en el mas alto del mundo, y al mirarlo todos pensarán Dios.

Un árbol distraido

El jardín de Don Roberto está lleno de plantas: rosas, jazmines, claveles. Y justo en el medio hay un arbolito: tiene un palo atado al tallo para que crezca derecho y sin romperse.


Es lindo y de color verde, sólo verde porque no tiene flores ni frutos.
Cada dos por tres Don Roberto sale al jardín a revisar las plantas y cuando le llega el turno al arbolito, lo mira ceñudo, sacude la cabeza y dice: - Este verano tampoco...
El arbolito lo escucha intrigadísimo y sin entender -¿Este verano tampoco que? ¿Que hay que hacer?
Pero nadie le responde y por eso (porque nadie le contesta) sigue creciendo lindo y completamente verde.
Lindo pero sólo, sin abejas ni picaflores que le hagan compañía.
Y un día llegó la primavera: Al rosal de al lado le nacieron unas flores rojas que perfumaban todo el jardín.
-Que rosal espléndido- exclamaban los vecinos de Don Roberto.
-Que lindas rosas - comentaban las amigas de Susi (la hija de Don Roberto)
Y no sólo gente recibía el rosal, también era visitado por abejas y colibríes. Era una planta de los más popular.
El arbolito, en cambio continuaba allí en medio del jardín, verde bonito y sólo.
-¡Caramba!- se dijo - ¡A mí también me gustaría tener muchos amigos! - y mirando al rosal tomó una decisión- Voy a fabricar rosas.
Pero por más que se esforzó no consiguió ni un mísero pimpollo.
Por fin llegó el otoño y todo el jardín se volvió un poco marrón y otro poco amarillo. Al arbolito se le cayeron una por una, todas sus hojas, no sólo se sentía triste y confundido sino también pelado.
Y ahí estaba, con el ánimo absolutamente nublado cuando escuchó que Susi salía al jardín con su amiga Florencia.
-¿Y este arbolito?-preguntó Florencia parándose delante.
Ah... es un duraznero... es sano y fuerte pero nunca dio un sólo durazno, nadie sabe por qué- Contestó Susi
-A lo mejor es distraído -dijo Florencia y mirándolo fijo gritó: -¡SOS UN DURAZNERO!! Tenés que dar DURAZNOS!
- ¡Caramba! ¡por ahí cantaba Garay!- Se dijo el arbolito. -Haberme avisado antes!
Y esa primavera se llenó de flores pequeñitas color amarillo que se transformaron en duraznos ni bien llegó el verano.
-Por fin- exclamó Don Roberto al verlo y fue corriendo a llamar a todos; también llegaron abejas y colibríes,
Ahora en el medio del jardín de Don Roberto hay un arbolito, ya no tiene un palo atado al tallo porque crece sano, fuerte, verde y bonito con amigos y duraznos.

 Adriana Ballestero

El pequeño árbol de navidad

Hace mucho tiempo, durante una guerra terrible que asolaba los campos y las ciudades, una madre y sus dos hijos pequeños, vivían en una casita, cerca de un bosque. El padre de los niños estaba en la guerra y ellos siempre estaban tristes pensando en él. Eran malos tiempos. Los soldados pasaban y se llevaban todo lo que habían plantado en el huerto, sus gallinas, sus cerdos y cualquier otra cosa comestible que encontraban. Si, eran muy malos tiempos. Por suerte tenían buenos vecinos y se ayudaban mutuamente en lo que podían. Pero las guerras no solo son duras para las personas. También son muy malas para los árboles.


Todos los bosques alrededor de la casa habían sido heridos por el fuego de los cañones, o cortados para hacer hogueras que calentasen a los soldados. Cerca de la casa de Ana y Juan, que así se llamaban los niños de nuestra historia, una gran batalla había destruido todos los grandes árboles, pero un abeto joven seguía intacto. Era tan pequeño aún, que las balas de cañón le habían pasado por encima sin tocarlo.

El pequeño abeto se había puesto muy triste al ver a sus mayores morir de forma tan cruel. Él ya sabía que el destino de todos los árboles es morir algún día, pero después de haber ayudado a las personas de muchas maneras. Ayudando a que construyeran sus casas, sus muebles o siendo mástil de un gran barco de guerra. “¡Eso si sería un bonito destino.!”, pensó el pequeño árbol. Imaginó las velas que él sustentaría firmemente, incluso en la peor de las tormentas, y como los marineros alabarían su entereza y gallardía. Pero él era demasiado pequeño para eso aún. Pensaba, asustado, que la guerra podía terminar sin que él hubiera podido hacer nada útil. Nadie parecía darse cuenta de su existencia, hasta que una mañana, vio que una mujer y dos niños se aproximaban.

La niña tosía mucho, pero el niño y su mamá parecían bastante fuertes. Se le acercaron decididos y para deleite del árbol, la mamá saco una pequeña hacha y cortó su delgado tronco. “¡Esto si que es una aventura – pensaba el arbolito -. Quizá esta señora y sus hijos construyen barcos diminutos y me usaran como mástil de uno de ellos…!”. Juan y su mamá, pusieron el árbol en una esquina del comedor de la casa, y lo colocaron bien recto.”¿Qué irán a hacer conmigo?”, se preguntaba el abeto, pero cuando vio que los niños cogían sus juguetes viejos y los colgaban de sus ramas, y empezaron a decorarlo con pequeños trozos de cintas, comprendió que se había convertido en un Árbol de Navidad.

Por un lado, no había mejor destino que ser Árbol de Navidad, pero por otro, a él le hubiera gustado ser un potente mástil que desafiara vientos y tempestades en medio de los océanos. Como no tenía muchas opciones, decidió que sería el mejor Árbol de Navidad del mundo. Enderezó sus ramas tanto como pudo, y cuidó de que no se le cayera de ellas ningún juguete ni adorno, cuando la pequeña Ana, que apenas había comido por culpa de la fiebre y la tos, se le acercaba, tambaleando un poco, para acariciar sus verdes ramas. La mamá de Juan y Ana, a falta juguetes nuevos, les contó esa noche bonitos cuentos de hadas y fantasmas, historias de la Biblia y relatos de otras navidades pasadas, hasta que los niños se durmieron El Árbol escuchó bien atento todas y cada una de las palabras, y las recordó, porque los árboles tienen la mejor memoria de todas las plantas. No son como la hiedra, que recuerda solo lo que quiere o como el césped, que se olvida de todo.

Aún estuvo unos días el Árbol en la esquina de la sala, pero no vio a la pequeña Ana, que estaba en cama, muy enferma. Él quería ayudar, pero todo lo que podía hacer era seguir sosteniendo los juguetes en sus ramas, que por cierto, ya empezaban a dejar caer algunas de sus agujas, lo que le producía un ligero dolor. Esa era la parte desagradable de ser un Árbol de Navidad. Una mañana, Juan y su mamá, le descolgaron todos los juguetes y lo llevaron al cobertizo. “No lo cortemos todavía”, dijo Juan. La mamá estuvo de acuerdo. Además no tenia tiempo para eso. Estaba siempre al lado de Ana, que empeoraba.

El pequeño abeto levanto la vista y vio una familia de ratones que lo miraba atentamente. “No pareces muy bueno para comer”, dijo el ratón mas joven. “Estoy de acuerdo – dijo el Árbol, que nunca había oído hablar de ningún abeto que hubiera servido de comida a los ratones – pero es posible que pueda ser bastante útil como caliente cama para todos vosotros”. Los ratones pensaron que era una buena idea, y entraron hasta el mismo corazón del Árbol, refugiándose entre sus ramitas. El viento fue muy fuerte esa noche y hacia mucho frío. Los pequeños ratones estaban hambrientos y no podían dormirse.

El Árbol recordó a la mamá de Juan y Ana. “Yo no puedo darles comida, pero sé los mas bonitos cuentos que nadie haya oído jamás”. Y contó todas las historias que escuchó contar a la mamá de los niños, hasta que los ratoncitos se durmieron entre sus cálidas agujas. Y el Árbol también se durmió. Ya se estaba secando y se sentía muy cansado. Dos días después, ya no quedaba leña en el cobertizo. El padre ratón le dijo al Árbol; “Ellos te quemaran muy pronto”, “¡Ojalá pueda quedarme despierto el tiempo suficiente para hacer un buen fuego…!”, contestó el Árbol.

La mamá de los niños entro al poco rato y cortó el Árbol en pequeños trozos. En la sala hizo un gran fuego, y trajo a la pequeña Ana junto al calor. “Dios quiera que rompa la fiebre con todo este calor y el olor a pino que desprende este arbolito”!. Y el Árbol que había escuchado esas palabras, ardió tan fuerte y tan caliente como pudo, y de cada uno de sus trozos sacó hasta la última chispa del calor que contenían. Al amanecer, la fiebre de Ana había desaparecido y sólo quedaba un montoncito de cenizas del pequeño Árbol en la chimenea. Su destino se había cumplido como el de todo Árbol. Siendo útil a las personas hasta el final. Y más allá del final, porque nos dejó este bonito cuento.

Anónimo

Adivinanzas

A mí se me apiñan los frutos

aunque los tenga muy dispersos,
y no los comen ni los brutos
hasta que no estén abiertos.
El pino con sus piñas y piñones

Prefiere la orilla de ríos,








aunque en cualquier parte crece;
muy mala leche le dio Dios,
aunque su fruto apetece.
La higuera
Árbol que da tres cosechas

si agua y abono le echas.
El limonero

Las cinco vocales contiene en su nombre

el árbol común que conoce todo hombre.
Que no lo sepa usted será lo que me asombre.
El eucalipto

¿Cuál es el árbol seco o florido

que vale más cuando tú estás dormido?,
pues como cazador te he conocido.
Aquel en el que duermen los pájaros

Árbol con mucha bombilla,

aunque ninguna le brilla.
El peral

Piénsalo muy bien y ten calma,

que esta es una de las fáciles:
Si echó un árbol dos ramas,
cada una tiene su palma
y cada palma cinco dátiles,
explícame cómo es esta trama.
El cuerpo humano,los brazos,manos y dedos