El
árbol gruñón, aunque era el más grande del bosque y no necesitaba de su
sombra para nada, nunca la compartía con ninguno de los animales, y no les dejaba sentarse cerca.
Un año, el otoño y el invierno fueron terribles, y el árbol sin sus
hojas iba a morir helado. Una niña, que había ido ese invierno a vivir
con su abuelita, descubrió al árbol tiritando y fue por una gran bufanda para abrigarle.
El espíritu del bosque se le apareció, y le contó por qué aquel árbol
estaba tan sólo y nadie le ayudaba, pero a pesar de todo la niña decidió
abrigarle. La primavera siguiente, el árbol había aprendido de la generosidad de la niña,
y cuando esta se sentó junto a su tronco, le dio la mejor de las
sombras. El espíritu del bosque lo vio y fue a contarlo a todos los
animales, que a partir de aquel año pudieron tener siempre la mejor
sombra, porque el árbol aprendió que con seres generosos y amables el
mundo era u lugar mucho mejor para vivir.
Pedro Pablo Sacristán
Pedro Pablo Sacristán
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