domingo, 17 de enero de 2016

Los árboles que hablaban

A las afuera de mi pueblo había un frondoso bosque
en donde los niños jugábamos al escondite.
Con el tiempo llegó a mi pueblo la invasión del
ladrilllo y de lo que era un frondoso bosque,
hicieron una urbanización, talando árboles a diestro y siniestro. Del bosque dejaron un merendero para hacer barbacoas, columpios para los niños y algunos árboles a los que llamaban pomposamente, el parque.
Todo parecia ir bien, hasta que se oyó decir que aquellos árboles, al llegar el anochecer hablaban, hasta llegar la mañana. Los vecinos empezaron a tener miedo,de tal manera que en cuanto llegaba el anochecer no se atrevian a pasar por allí,porque creian que los árboles estaban embrujados y les podía pasar algo malo, yo tambien sentía miedo, pero un día pudo en mi más la curiosidad que el miedo, por lo que me armé de valor y al anochecer me dirigi al parque, me senté en un tronco y me puse a escuchar.
Efectivamente, los árboles hablaban, pero lo que oí me partió el alma. Los árboles gemian de dolor por lo que habían hecho con ellos la mano del hombre, cuando los taló, unos habían perdido a sus padres, otros a algún hijo y otra había perdido al arbol amado del que estaba enamorada y todos en general tenian miedo de que volviera la sierra asesina. Yo no sabía que hacer ni decir. De pronto oí un gemido mas fuerte que los demás, era, de dolor,allí había un árbol precioso y grande con una gran rama,desgajada a punto de quebrarse del todo, que aquel día unos gamberros habían degajado. Yo no sabía que hacer porque no entendía com arreglar aquello, asi que fuí a casa , cogí una escalera,cuerdas y vitaminas, para plantas y me fuí al árbol. como pude enderecé la rama, le eche vitaminas y lo amarré al tronco, lo mejor que pude y todos los días iba a verlo, hasta que vi que la rama aquella, aunque fuerte y pujante, empezaba a torcerse hacia abajo,pensé que había algo que yo no había hecho bien, hasta que un día, que yo estaba muy triste por algo que me había ocurrido, me fuí al parque, porque no quería que nadie me viera llorar y me abracé a aquel árbol al que ya consideraba mi amigo. De pronto, sentí como la rama que había crecido hacia abajo,se inclinaba más y con sus ramas me acariciaba la cara suavemente,y los demás árboles, mecian sus ramas y susurraban consolándome. Entonces comprendí que me aceptaban como amiga. Desde aquel día voy allí con frecuencia, sobre todo los lunes,en donde los niños jugábamos al escondite.
Con el tiempo llegó a mi pueblo la invasión del
ladrilllo y de lo que era un frondoso bosque,
hicieron una urbanización, talando árboles a diestro y siniestro. Del bosque dejaron un merendero para hacer barbacoas, columpios para los niños y algunos árboles a los que llamaban pomposamente, el parque.
Todo parecia ir bien, hasta que se oyó decir que aquellos árboles, al llegar el anochecer hablaban, hasta llegar la mañana. Los vecinos empezaron a tener miedo,de tal manera que en cuanto llegaba el anochecer no se atrevian a pasar por allí,porque creian que los árboles estaban embrujados y les podía pasar algo malo, yo tambien sentía miedo, pero un día pudo en mi más la curiosidad que el miedo, por lo que me armé de valor y al anochecer me dirigi al parque, me senté en un tronco y me puse a escuchar.
Efectivamente, los árboles hablaban, pero lo que oí me partió el alma. Los árboles gemian de dolor por lo que habían hecho con ellos la mano del hombre, cuando los taló, unos habían perdido a sus padres, otros a algún hijo y otra había perdido al arbol amado del que estaba enamorada y todos en general tenian miedo de que volviera la sierra asesina. Yo no sabía que hacer ni decir. De pronto oí un gemido mas fuerte que los demás, era, de dolor,allí había un árbol precioso y grande con una gran rama,desgajada a punto de quebrarse del todo, que aquel día unos gamberros habían degajado. Yo no sabía que hacer porque no entendía com arreglar aquello, asi que fuí a casa , cogí una escalera,cuerdas y vitaminas, para plantas y me fuí al árbol. como pude enderecé la rama, le eche vitaminas y lo amarré al tronco, lo mejor que pude y todos los días iba a verlo, hasta que vi que la rama aquella, aunque fuerte y pujante, empezaba a torcerse hacia abajo,pensé que había algo que yo no había hecho bien, hasta que un día, que yo estaba muy triste por algo que me había ocurrido, me fuí al parque, porque no quería que nadie me viera llorar y me abracé a aquel árbol al que ya consideraba mi amigo. De pronto, sentí como la rama que había crecido hacia abajo,se inclinaba más y con sus ramas me acariciaba la cara suavemente,y los demás árboles, mecian sus ramas y susurraban consolándome. Entonces comprendí que me aceptaban como amiga. Desde aquel día voy allí con frecuencia, sobre todo los lunes, ya que el fin de semana van allí las gentes a pasar el día y algunos desaprensivos lo dejan todo sucio de cascos y plásticos. Yo lo recojo todo para que no perjudique a los árboles. Las gentes me llaman la loca del parque.A mi me da igual,porque los árboles y yo sabemos que no estoy loca.Locos ellos que no saben cuidar y conservar la Naturaleza.

Antonia Gonzalez
 

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