domingo, 29 de diciembre de 2013

Donde duerme el viento

Cuando el abuelo terminó de contar el cuento ya era
noche cerrada. Por las ventanas sólo se veían las estrellas
brillando en un cielo azul casi negro.
Marieta, con los ojos llenos de sueño, se acurrucó más en
el regazo de su madre y bien abrazada a su coneja Domitila,
susurró:
— Abuelito… mañana me cuentas dónde duerme el
viento…
— Sí, princesa. Mañana.
Marieta sueña que vuela con el viento, ágil y rápido entre
los árboles del bosque. El viento silba con fuerza y Marieta
grita emocionada:
— ¡Más fuerte, más fuerte!
Pero el viento está cansado y busca un lugar donde dormir.
Ya no corre, ahora va despacito y muy callado.
Sólo las hojas de los árboles más altos tiemblan un poco
a su paso. Marieta encuentra una nube pequeña y blandita y
se tumba perezosa.
— ¿Y tú, amigo viento, dónde duermes? ¿Dónde se ha
metido? — piensa Marieta. — Qué raro…
Tumbada a la bartola en su nube, mira y requetemira pero
el viento no aparece.
— ¡Hola, señor árbol! ¿Ha visto dónde se fue el viento?
— Sssshhh…. El viento duerme, no le despiertes. Hoy
sopló y sopló y merece un buen descanso…
— Ah, sí, pero… ¿dónde? ¿Encontró una cueva? ¿Acaso
una nube, como yo?
El gran árbol sonríe.
— Yo te diré dónde duerme el viento, pero para eso tienes
que ser capaz de ver y escuchar más allá, ver y escuchar
con el corazón. Mira, mírame. ¿Ves mis ramas que se mecen
despacito? ¿Ves mis hojas cómo bailan y susurran suaves
nanas?
Marieta abre mucho, mucho sus ojos y se asoma más aún
por el borde de su nube. ¡Qué árbol tan grande y poderoso!
Y sin embargo su voz es dulce como la del arroyo.
— Escucha atenta lo que te voy a contar, pequeña princesa
— Hace muchos, muchísimos años, cuando nada de lo
que ahora ves desde tu nube existía, cuando ningún ser humano
había pisado esta tierra, el gran viento llegó de lejos
y con él llegué yo.
— Oh, sí que debía ser fuerte entonces… si te pudo traer
hasta aquí volando… — interrumpió Marieta.
— ¡Ja,ja,ja,ja!. No, pequeña, no.
Yo era entonces apenas más grande que una pulga. Una
pequeña semilla que soñaba con crecer. Y crecí, ¡vaya si
crecí! Pero para llegar a ser lo que soy han tenido que pasar
muchos años. — dijo el árbol.
— ¿Tantos como ha vivido mi abuelo? — pregunta curiosa
Marieta.
— Más, muchísimos más…
El árbol parecía soñar perdido en sus recuerdos cuando
de nuevo comienza a hablar:
— Primero fui un arbolillo delgaducho y desgarbado, incapaz
de sostener en mis ramas ni a una golondrina.
Fueron pasando los años y mis raíces se hicieron profundas,
mi tronco más fuerte. Por fin mis ramas pudieron
albergar los nidos de muchos pájaros que alegran mis días
con sus cantos.
Me salvé del Gran Fuego que quemó casi la mitad del
bosque, porque cuando se acercaba a mí, el amigo viento
sopló con fuerza hacia el río y el fuego se ahogó.
Años más tarde, conocí al hombre.
Una joven pareja eligió mi sombra para descansar y mi
tronco para grabar en él un corazón con las iniciales de sus
nombres.
Cuando, tiempo después, llegaron con las hachas, aquel
muchacho ya era un hombre.
Me dieron el primer golpe cuando una fuerte racha de
viento hizo caer la nieve que tapaba el corazón. Él lo vio y
recordó.
Yo era su árbol, yo había guardado con cariño el símbolo
de su amor. Entonces, él me salvó y jamás ningún leñador
ha vuelto a hacerme daño.
Marieta se descolgó de su nube y se fijó en el tronco.
Con su pequeño dedo siguió el contorno viejo y desgastado
de un corazón con dos letras: M y B. María y Benito.
La abuela María, el abuelo Benito … Mañana preguntaría al abuelo …
Allí, junto al tronco, hecha un ovillo, escuchó el latir del
árbol. Se dejó mecer como la mecían los brazos de mamá
y, con las dulces nanas que susurraban las hojas, cerró los
ojos.
Aún pudo escuchar la voz del árbol acariciando su corazón:
— Duerme, Marieta, duerme sin temor. Duerme aquí,
donde duerme el viento, que tanto me dio.

"Cuentos desde el bosque"

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