domingo, 29 de diciembre de 2013

El árbol de Miguel

Cumplir siete años es algo muy especial.
Mi madre dice que con siete años tengo “uso de razón”
No entiendo muy bien lo que es, pero me hace sentir importante.
¡Ah!, no me he presentado. Me llamo Miguel y ¡cumplo
siete años!
E n casa somos muchos. Tengo hermanos y hermanas,
perros, gatos, roedores y reptiles.
Hace unos días mamá me preguntó lo que me gustaría de
regalo por mi cumpleaños.
Yo le respondí que quería un árbol.
Del susto que se llevó mi madre, casi se le salen los ojos
de las órbitas.
— ¿Un árbol? ¿Pero un árbol… vivo? Quiero decir…
¿Un árbol de verdad?
— Sí, mamá. Un árbol. Con grandes raíces, un tronco
enorme y ramas a las que poder subirme. Un árbol al que
abrazarme, como hicimos en la excursión del cole. Que me
dé sombra en verano y se llene de pájaros en primavera…
— Bueno, para, para ¡alto! — me interrumpió mamá —.
¿Y dónde crees tú que podemos meter un árbol, hijo?
Se me olvidaba comentaros que vivo en el quinto piso
de un edificio, en una calle llena de edificios, en una ciudad
llena de calles…en la que los pocos árboles que quedan,
tienen su tronco negro por la contaminación y un aspecto
bastante triste.
— Lo tengo todo pensado, mamá.
Verás, el árbol lo plantamos en el salón.
Al principio no habrá problema. Después, cuando se
haga grande y necesite más sitio, le diremos a Don Sebastián
que haga un agujero en el suelo. Así él también tendrá
una parte de mi árbol. Y así, hasta que llegue a la casa de
Doña Virtudes, y de ahí, a la azotea. Será un árbol feliz porque
todos le cuidaremos y tendrá muchos abrazos. ¿A que
es buena idea?
Mamá me abrazó sonriendo y me dijo que ya pensaría
después en el asunto. Y cuando mamá dice que va a pensar,
no veas… lo piensa y lo piensa hasta dar con la solución.
Aunque esta vez no hacía falta pensarlo mucho puesto
que ya se lo había yo dado todo hecho…
Esta mañana me he levantado muy temprano, antes que
nadie, y he corrido al salón a buscar a mi árbol. Pero no
estaba.
He mirado también en la cocina, en el baño y hasta en el
descansillo, pero nada.
He vuelto a la cama un poco “mosca”, deseando que llegara
la hora y ver en mi habitación a todos mis hermanos y
a mamá, cantando el “Cumpleaños Feliz”. Cada año lo hacen
y traen escondido mi regalo, como si yo no supiera…
Pero esta vez lo más seguro es que no puedan traerlo hasta
la cama, porque seguro que pesa demasiado y no quieren
hacerle daño.
He cerrado los ojos muy fuerte y me he hecho el dormido
hasta que por fin les he oído cuchicheando ante mi
puerta.
¡Y finalmente el gran escándalo!
Mamá trae entre las manos un sobre y mis hermanos
varios paquetes.
Yo pregunto:
— ¿Y mi árbol, mamá? ¿Y mi árbol?
Mamá se sienta al borde de mi cama y me da un beso
suavito en la frente.
— Felicidades, campeón, ya eres todo un hombrecito.
Por eso sé que puedes entender lo que voy a contarte.
Verás, he preguntado y me han dicho que tener un árbol
en casa no sería bueno para él. No sería un árbol feliz. Un
árbol necesita del sol, de la lluvia y el viento. No puede vivir
encerrado en nuestra casa, por mucho que le queramos y le
abracemos…
— Entonces, nunca podré tener uno…
— No te creas. Tus hermanos y yo hemos encontrado la
solución.
— ¿No quieres abrir tus regalos?
Mamá pone esa cara misteriosa , que quiere decir que hay
una sorpresa fantástica, así que me lanzo como un loco a
abrir los paquetes.
En el primero hay una tabla de madera suavita con cuatro
agujeros
En el segundo, dos cuerdas muy largas y gordas. Y yo,
que soy inventor, sé que se puede construir un columpio.
En el tercero hay una casita de madera con un agujero
pequeñín. ¡Es una casita para pájaros!
— Pero mamá, ¿qué hago yo con todo esto si no puedo
tener un árbol donde colgar el columpio ni donde vayan los
pájaros a refugiarse?
Mamá, con su cara de misterio, me ha hecho vestir rápido
y corriendo nos hemos montado en el coche.
Mientras ella conduce me ha pedido que abra el sobre:
— Este es mi regalo, vida mía — me dice mientras me
guiña un ojo.
En el sobre hay una carta:
Querido En el segundo, dos cuerdas muy largas y gordas. Y yo,
que soy inventor, sé que se puede construir un columpio.
En el tercero hay una casita de madera con un agujero
pequeñín. ¡Es una casita para pájaros!
— Pero mamá, ¿qué hago yo con todo esto si no puedo
tener un árbol donde colgar el columpio ni donde vayan los
pájaros a refugiarse?
Mamá, con su cara de misterio, me ha hecho vestir rápido
y corriendo nos hemos montado en el coche.
Mientras ella conduce me ha pedido que abra el sobre:
— Este es mi regalo, vida mía — me dice mientras me
guiña un ojo.
En el sobre hay una carta:
QueridoMiguel:
Desde hoy eres propietario, y por
lo tanto, responsable de este árbol.
Es un ser vivo que necesita que
lo quieras y lo cuides.
Disfrútalo.
Junto a la carta, una foto. La del árbol más grande y bonito
que he visto jamás.
Y es mi árbol. ¡Mi árbol…!
Nada más aparcar el coche salgo corriendo y le veo.
Y así, abrazado a él, me siento pequeño, pero no me importa.
Creceré con él. Será mi amigo año tras año. Podré
venir y columpiarme mientras le cuento mis aventuras, dormir
a su sombra o esconderme entre sus ramas.
¡Gracias, mamá! ¡Gracias a todos!
¡Este es el mejor cumpleaños de toda mi vida!

"Cuentos desde el bosque"

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